miércoles, 29 de octubre de 2008

Shanghai no está tan lejos




Es una ciudad vibrante, luminosa, con sus dos caras. La moderna y la vieja.
La moderna Shanghai: increíbles edificios, formas futuristas, luces nocturnas que brindan o prometen la clase de vida nocturna que extraño.
La vieja Shanghai: ésta es la que más me emocionó, por la que más atracción sentí.
La China incomprensible, inasible, la que aparece en las películas, era la que yo quería ver y sentir. Los edificios tradicionales, las luces, el rojo invadiendo cada sector, esos lugares estaba buscando.
Y los encontré perdiéndome.
Respiraba profundamente mientras caminaba sola por las calles del barrio viejo, comiendo con los ojos cada detalle, cada color, cada movimiento. Respiraba profundamente y sonreía. No podía parar de decirme a mí misma: “Estoy en Shanghai! Estoy en Shanghai!” Caminé tanto por ese barrio. Durante horas miré mucho, escuché mucho (sin entender, claro). No quería irme, no quería dejar ningún detalle fuera de mi vista. Y, como siempre me pasa, me perdí. Y como siempre, no me preocupé por eso en ese momento. Y, como siempre, más tarde encontré el camino de vuelta.
Cuando me di cuenta de que estaba perdida, seguí caminando, cantando por lo bajito alguna cancioncita. Estaba emocionada. Pensaba, “Estoy tan lejos de mi casa, estoy en otro mundo, no hay nada, nada que me recuerde a Argentina, ninguna huella, ningún espejo. Estoy en China, estoy en Shanghai.”
Todavía me sigue emocionando mucho prestarle atención a esta realidad, la realidad de mi distancia, la realidad de mi nueva vida, de los nuevos esfuerzos cotidianos. Esfuerzos para aprender el idioma, para dejar mis prejuicios, para no olvidar que este es otro país, y que por lo tanto no tengo que pretender que las cosas sean como en el mundo que conozco.
En esos pensamientos estaba yo, promediando mi caminata por este auténtico barrio chino. Y mientras lo hacía miraba los objetos de una tienda (espejos pintados a mano, me dijo la vendedora). Estaba ahí, tan inmersa en China, en lo ajeno, en lo lejano, empezando a tener un poquito de nostalgia, cuando algo me sacó de mis cavilaciones. La letra de ‘No llores por mi Argentina” empezó a salir de algún lugar. Me desorientó. Por un momento no supe donde estaba. Empecé a buscar a alguien a quien contarle que esa canción hablaba de mi país, y quien era Evita y que no, claro que no, Madonna no tiene nada que ver con la historia argentina. Eso fue solo un musical que cuenta otra cosa.
Fue imposible. Me quedé como paralizada. Me quedé conteniendo las ganas de contarle a alguien algo sobre la música que sonaba.
Y esta canción que nunca me dijo nada, que nunca me emocionó en lo más mínimo, me pegó directamente en el pecho esta vez. Y por supuesto, en semejante situación y contrariando lo que la canción pide no hacer, se me piantó un lagrimón. Estaba ahí, en medio de Shanghai, rodeada por tanta China real, auténtica, del otro lado del Océano, perdida en todo sentido. Estaba ahí, sin ningún lazo con lo mío, con el reciente descubrimiento de que extrañaba mucho hablar español, con un sentimiento de felicidad por estar pasando unos días con personas con las que podía compartir los mismos códigos de comportamiento. Estaba ahí, creyendo todo tan lejano, cuando las palabras de esta canción me llevaron por un momento a mi casa y me hicieron pensar que después de todo, el espacio también, como el tiempo, a veces son inmensurables y subjetivos y por momentos parecen no existir. En el medio de este barrio, mi casa se me acercó inesperadamente y desde esa lejanía me di cuenta una vez mas, como tantas otras veces, desde otras lejanías, de cuanto la quiero, de cuanto la voy a querer siempre, aunque de vez en cuando necesite tomar distancia.





El barrio viejo







El jardin Yuyuan





Del otro lado del Rio Huangpu




El hotel Salvo
Mi dormitorio



2 comentarios:

Juan Rizomante dijo...

Ya veo, loqui. No importa que uno sienta distancia por "postales hollywoodenses" de una Argentina for export, bien empaquetada. Aún así, me imagino que la evocación a la distancia genera una mínima sensación de complicidad con esa música... ¿entonces Madonna era la reencarnación de Evita, nomás? mira vos... ahora descubrimos que por lo menos en esta situación toca la fibra sensible ¡¿cómo no va a ser posible?!
¡Qué loco! volvés a estar lejos, a sentir la distancia, al dejar Tongling por unos días... al final ¿donde quedó el centro del mundo?
Besoooo

Anónimo dijo...

Realmente transmitis en este mensaje, una lejania que todavia uno no puede creer y hasta es dificil de entender. Sabemos donde estas, pero es realmente imposible ponernos en tu lugar. ¡Que coraje!
Te queremos Ana, Juli, Gus y Fiore