Alguien me habló de este pueblo. Hay un templo budista, me dijeron.
Le conté a Nie Ling Zhi. Vamos? Y fuimos.
Llegamos. Durante casi una hora estuvimos caminando por el templo. El día estaba hermoso. Saqué muchas fotos. Muchas. Los colores del templo, el sol y las formas nuevas iban quedando registrados uno por uno. Mientras las iba sacando pensaba en el texto que iba a escribir para acompañarlas.
Cuando salimos nos encontramos con una nenita muy hermosa, muy tímida y curiosa. Se ofreció a servirnos de guía. Y nos guío callada, montada en su bicicleta, por las calles de este pueblito minúsculo olvidado en algún lugar del distrito de Tongling. Queríamos, creo, ir a ver un pez cuya particularidad es vivir únicamente en las aguas del río que cruza el pueblo.
Caminamos y caminamos por las calles silenciosas. Nada de asfalto, nada de ruido, nada de extranjeros, nada de inglés.
Nunca le confesé a Nie Ling Zhi que yo no entendía adonde íbamos. Ahora tengo que confesar también que no estoy segura de haber entendido aquello que escribí arriba sobre el pez. Yo solamente caminaba tras ellas.
Cuando llegamos a la margen del río para tomar la barca, estaba anocheciendo. El sol empezaba a bajar y los colores se desprendían de él posándose en el río y en todo lo que encontraban alrededor.
Otra vez, saqué mi camarita y empecé a querer guardarme esos lugares y momentos.
Y entonces ocurrió la tragedia: Un error de digitalización hizo que mi dedo apretara el botón equivocado y en un segundo todas las fotos que había sacado, se fueron a la basura cibernética.
Que decepción! Empecé a pensar en cuando podría volver para tomar otras , iguales o mejores que aquellas.
La barca llegó. Cruzamos. Alcanzamos el otro lado. Caminamos durante 20 minutos.( Yo seguía pensando en mi reciente pérdida.) El lugar, una especie de acuario, estaba cerrado. Se hacía de noche. De noche era cuando llegamos a la rivera para esperar la barca que nos llevaría de vuelta. Teníamos que esperar 30 minutos. Poco a poco fue llegando gente. Campesinos. Y con ellos, sus canastos iban copando el lugar. Verduras desconocidas, olores nuevos y tentadores. Tanto hombres como mujeres se metían en el río para refrescar la verdura.
Nie Ling y yo, sentadas, observábamos los movimientos.
La barca llegó. Todo el mar de gente se movió hacia ella. Había agua por todos lados. Y barro. Alguien se ofreció a alzarme porque vio que no tenía el calzado apropiado. Y crucé sin mojarme.
“Laowai, laowai” escuché varias veces. Y yo, como buena laowai (extranjera), saqué mi camarita y la dejé disparar varias veces.
La imagen que no les puedo mostrar: una extranjera que apenas empieza a hablar unas palabras de chino (digamos, balbucear) en una barca en el medio de un río cuyo nombre desconoce, se encuentra rodeada por más de cien campesinos chinos. Ellos no entienden que hago ahí. Y quieren salir en las fotos y me miran y se ríen y me quieren hablar y señalan sus canastos para que no me olvide de fotografiarlos.
Ellos cruzan el río cada noche para vender sus frutas y verduras al otro lado. Y ahí nomás, cuando bajan, montan su mercado nocturno. Tiempito después, así como llegaron, se van. Y así cada día, cada noche.
Las fotos del templo las perdí, pero las de esta ocasión son para mi infinitamente más valiosas.
Al templo puedo volver y la primera, la segunda o la tercera vez va a ser casi igual.
A esta barca, por primera vez, no puedo regresar. Y es el sentimiento de la primera vez en un lugar, en una situación como esa, lo que me pareció tan especial.
Llegamos. Durante casi una hora estuvimos caminando por el templo. El día estaba hermoso. Saqué muchas fotos. Muchas. Los colores del templo, el sol y las formas nuevas iban quedando registrados uno por uno. Mientras las iba sacando pensaba en el texto que iba a escribir para acompañarlas.
Cuando salimos nos encontramos con una nenita muy hermosa, muy tímida y curiosa. Se ofreció a servirnos de guía. Y nos guío callada, montada en su bicicleta, por las calles de este pueblito minúsculo olvidado en algún lugar del distrito de Tongling. Queríamos, creo, ir a ver un pez cuya particularidad es vivir únicamente en las aguas del río que cruza el pueblo.
Caminamos y caminamos por las calles silenciosas. Nada de asfalto, nada de ruido, nada de extranjeros, nada de inglés.
Nunca le confesé a Nie Ling Zhi que yo no entendía adonde íbamos. Ahora tengo que confesar también que no estoy segura de haber entendido aquello que escribí arriba sobre el pez. Yo solamente caminaba tras ellas.
Cuando llegamos a la margen del río para tomar la barca, estaba anocheciendo. El sol empezaba a bajar y los colores se desprendían de él posándose en el río y en todo lo que encontraban alrededor.
Otra vez, saqué mi camarita y empecé a querer guardarme esos lugares y momentos.
Y entonces ocurrió la tragedia: Un error de digitalización hizo que mi dedo apretara el botón equivocado y en un segundo todas las fotos que había sacado, se fueron a la basura cibernética.
Que decepción! Empecé a pensar en cuando podría volver para tomar otras , iguales o mejores que aquellas.
La barca llegó. Cruzamos. Alcanzamos el otro lado. Caminamos durante 20 minutos.( Yo seguía pensando en mi reciente pérdida.) El lugar, una especie de acuario, estaba cerrado. Se hacía de noche. De noche era cuando llegamos a la rivera para esperar la barca que nos llevaría de vuelta. Teníamos que esperar 30 minutos. Poco a poco fue llegando gente. Campesinos. Y con ellos, sus canastos iban copando el lugar. Verduras desconocidas, olores nuevos y tentadores. Tanto hombres como mujeres se metían en el río para refrescar la verdura.
Nie Ling y yo, sentadas, observábamos los movimientos.
La barca llegó. Todo el mar de gente se movió hacia ella. Había agua por todos lados. Y barro. Alguien se ofreció a alzarme porque vio que no tenía el calzado apropiado. Y crucé sin mojarme.
“Laowai, laowai” escuché varias veces. Y yo, como buena laowai (extranjera), saqué mi camarita y la dejé disparar varias veces.
La imagen que no les puedo mostrar: una extranjera que apenas empieza a hablar unas palabras de chino (digamos, balbucear) en una barca en el medio de un río cuyo nombre desconoce, se encuentra rodeada por más de cien campesinos chinos. Ellos no entienden que hago ahí. Y quieren salir en las fotos y me miran y se ríen y me quieren hablar y señalan sus canastos para que no me olvide de fotografiarlos.
Ellos cruzan el río cada noche para vender sus frutas y verduras al otro lado. Y ahí nomás, cuando bajan, montan su mercado nocturno. Tiempito después, así como llegaron, se van. Y así cada día, cada noche.
Las fotos del templo las perdí, pero las de esta ocasión son para mi infinitamente más valiosas.
Al templo puedo volver y la primera, la segunda o la tercera vez va a ser casi igual.
A esta barca, por primera vez, no puedo regresar. Y es el sentimiento de la primera vez en un lugar, en una situación como esa, lo que me pareció tan especial.
8 comentarios:
ok!!! la proxima vamos juntas!!!!
Tenes una manera tan sencilla y exacta de dar a conocer tus experiencias, que no solo vivo cada situacion como propia sino que puedo ver en mi cerebro las fotografias que perdiste (:
No se por que razon no podras acceder a mi blog, pero ya habra oportunidad. De todas maneras no es uno en extremo interesante, asi que no te perdes de mucho. Si queres te cuento un poco por aca: Soy argentina, naci y me crie en Viedma, capital de la prov. de Rio Negro y actualmente estoy viviendo en La Plata mientras hago lo que me gusta, que entre otras cosas, son las letras.
En fin, segui con esa pasion, asombro y disfrute que se denota en cada nuevo posteo.
Un abrazo grande desde la distancia y el desconocimiento :P
Ursula.
Excelente tu reportaje, como de costumbre.
Este me impactó de una manera particular, porque esa deferencia para con nosotros los "laowai", la vivo a diario aquí en Tongling.
Yo lo percibo como una mezcla de sana curiosidad y deseo de comunicación con nosotros.
Cualquier persona del lugar que conoce un par de palabras en inglés, no pierde la oportunidad de intercambiar al menos un breve diálogo. Y no estoy hablando solo de adultos, también he tenido algunas experiencias muy emotivas con niños.- Raúl.
hola Ursula!
Sigo tratando de dejarte los comentarios en tu blog, pero no puedo aun.
Gracias por tu comentario.
Quiero que sepas que compartimos la misma pasion por la literatura. Feliz conincidencia
Seguimos en el proximo.
Stella
Y si Raul, yo creo ahora, mas que antes, que hay que tratar de no perder ninguna de las oportunidades de comunicacion que se nos presentan.
gracias.
Stella
Urusla, lei lo ultimo que subiste a tu blog.
A mi si me parece que vale la pena leerlo. me gusta mucho. muy sensible, muy sueve.
Por que no te puedo dejar los comentarios????
Besos
Stella
Es un placer infinito leer tu blog. Es casi como si escuchara tu vos recitando cada una de las palabras. Le pase la direccion a muchas personas, se que no dejan comentarios pero todas estan maravillados con la manera en que expresas y compartis esta gran aventura. Te quiero Ana. Besos de Juli Fiore y Gus
gracias Any!
Que lindo lo que me escribis. Sos una diosa!
Te quiero mucho, hasta la China!
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